sábado, 10 de septiembre de 2011

Aventura sobre ruedas

Ya estaba tardando mucho que me pasara alguna historieta en mi superbólido irlandés (léase WV Polo con radiocassette, elevalunas 'manuales' y una estampita con alguna plegaria religiosa sobre seguridad vial). Yo, de coches, no entiendo mucho, pero si algo da la experiencia al volante, es que sueles intuir que algo no va bien.

Digamos que los primeros días con el coche fueron bien: el pobre mío no 'tiraba' demasiado, pero me llevaba y me traía a los sitios, que era de lo que se trataba. Unos cuantos días después, volviendo a casa con los niños desde el 'dirty park' (el parque sucio le llaman ellos, porque está lleno de tierra y eso, en un país en el que llueve diariamente...) y teniendo que subir una cuesta bastante hermosa, tuve miedo de quedarme en mitad del camino: el coche, en primera, casi se me quedaba parado subiendo.

Bueno está. Se lo digo a mi anfitriona C. y se ríe: jajaja, ya, ya, es un coche pequeño e Irlanda está llena de cuestas y colinas, pero te gasta poco... Vale. Sigo con mi vida. Y con el coche. Pero algo sigue sin ir bien.

Ayer. Viernes tarde. Quedo para ir a Cork a tomar un café y dar una vuelta con otras tres chicas españolas. A dos de ellas las recojo en el superbólido porque me pilla de camino. Para un trayecto de 15 minutos tardamos así como 40, entre el tráfico (está lloviendo) y que mi coche no tiene muchas ganas de andar. Venga, Silvia, no te pongas nerviosa.

Tengo que decir que hay dos cosas que caracterizan a los irlandeses: una es la impuntualidad (cosa rara teniendo de vecinos a los ingleses) y otra, que son bastante amables y pacientes en general. Lo que quiero decir es que no te pitan al segundo 2 cuando el semáforo se ha puesto en verde. Ya. Pero una cosa es que el coche no arranque una vez y otra muy distinta es que no arranque en ninguno de los semáforos. Y entonces, hasta los irlandeses pierden la paciencia (o eso, o me tocó detrás de mí un español, no sé).

Bueno, venga, no pasa nada. Jaja, jiji, aparcamos, nos tomamos un chocolatito caliente. Vámonos a casa, no? Vale, para casa. Y voy a resumir: camino habitual de retorno a casa cortado, itinerario alternativo, una cuesta - de doble sentido y con un ancho de calle para reirse un rato - con una inclinación de 90 grados por lo menos. El coche se queda en mitad de la cuesta y no hay narices a que suba. Coches que vienen en sentido contrario, coches que esperan detrás de mí. Yo me empiezo a acordar de C., de S., del señor que vendió el coche y de parte de su familia. Diez minutos después conseguimos salir del atolladero, marcha atrás. Segundo itinerario alternativo. Todo bien durante unos metros. Segunda cuesta, ésta de 120 grados. De nuevo la misma situación. Coches que vienen, coches que esperan. Me pitan. Me hacen aspavientos con las manos. Detrás de mí hay una cola de vehículos que daría la vuelta a la M30 de Madrid. Me toca llamar a C. y que venga a buscarme.

Total, que ahora el coche está en el taller, y de momento vuelvo a estar sin vehículo propio. Qué poco duró la independencia..

1 comentario:

  1. Me parto contigo!! Vas a tener que domar a una oveja amiga para que te saque a paseo estos días, jeje! Un besote, guapa, y sigue contándonos tus divertidas peripecias! Muuuuaaaaaks!!

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